Embzulas

Friday, May 05, 2006

Embzula II

Embzula II





















La noche no dejaba que se movieran las hojas de los arboles en Anserma, Arcesio quería llevarle esa flor, que le dice: hace días te tenía pillada florecita, linda como la Anastasia, la reina de los bucles negros y cachete rojitos como el tomate, pensaba y se relamía el alma el hijo del carretero. La ventana tenía una luz tenue aun encendida entre las cortinitas de corazones rojos que colgaban detrás de la entre abierta ventana de madera del cuarto de Anastasia. Niña Anastasita, que soy yo, el Arcesio, que vine como le prometí, susurraba el hijo del carretero para no ir a hacer mucho ruido y levantar sospechas de las criadas y los perros que dormían con la gorda Amanda, la criada traída de las Europas viejas, para que fuera nana y tutora en música y no sé que más cosas de las niña Anastasia; la hija del ruso Anov, dueño de casi toda tienda en Anserma: que la carnicería, que la relojería que atendía el ruso personalmente, que la lechería que traían del hato, que los quesos del ruso, que la panadería donde vendía el ruso panes bien raros que todo el mundo en Anserma termino comiendo porque era todo lo que había de pan.
Que se duerma niña Anastasia, que mañana salen en las bestias con la niña Amapola, que a doña Agustina no le gusta que nadie le llegue tarde a sus cosas, le decía la criada Amanda a la niña Anastasia, la rubia mejor amiga de Amapola que en esa noche esperaba impaciente al hijo del carretero, que porque le dijeron que él era bien conocido de don Alvarito II, y como la Pola no daba ni razones en lenguas de su hermano, le tocaba hacer las averiguaciones por su cuenta. Que niña Anastasita, escucho otra vez, la nana se había ido a su cuarto, y pudo salió de la cama donde pretendía dormir, pero aun vestida con sus pantalones bombachos de montar caballo. Hola mi niña Anastasita, que le traigo esta flor que corte en el camino para la más bella señorita de Anserma. Que no me diga bobadas Arce, que si me trajo la razón que le dije, que no pude niña Anastasita, fíjese que el señorito Alvarito ese, no salió en todo el día, hizque está con calentón porque le pico un alacrán de esos feos y grandes, que estaba metido debajo de su almohada donde dormía. Un alacrán?, y eso es peligroso?, se le salió la voz a la Anastasia como durito y con temblorcito, e inmediatamente se tapo la boca con esas manos rosaditas que tiene. Me gustan sus manos niña Anastasita, que no diga bobadas Arce, váyase a dormir que con esta algarabía se viene otra vez la nana Amanda y me pegan mi regaño.
Lo que más odio es tener que herir un animal sin culpa, le grita al piso y al silencio de la noche, cuando entre la oscuridad ciega de la cocina, busca el lugar donde se supone que dejan los fósforos. Claro como las mujeres le cambian a todo de puesto, enciende la vela después de un segundo intento… están en su puesto, escucha que le grita su mujer Anna, ansermeña de pura cepa por generaciones, no como don Apolinar que se vino con los arrieros desde su tierra adoptiva, Antioquia, porque de origen, decían unos, es vasco, otros, que de esos salvajes visigodos invasores de las tierras vikingas. Lo cierto era que parecía vikingo con acento vasco. Se fue con la vela prendida hacia el despacho luego de servirse un poco de agua, lo había despertado una puntada en el estomago, que no se come más de un banano por las tardes, que son pesados y que además con frijoles, le cansonaba su hija Agustina, la mayor de siete hijas y un solo varón, su favorito Polito, donde colocaba las esperanzas del futuro de la familia don Apolinar. Se reclinaba en su silla con la guitarra en mano, esperando que los vientos del estomago salieran y le bajara la pesadez en la boca del estomago. El silencio de la noche era total puro y limpio, no tenia ruidos ajenos. Aprovecho don Apolinar el silencio y dejo caer sus dedos entre las cuerdas metálicas de su hermosa guitarra que le había traído de España su hermano Arnold, el viajero loco y solitario de la familia Arango.
De la hacienda El Arado, hasta Anserma, mando don Álvaro al capataz con toda la muleria cargada de café, para guardarlo en sus bodegas donde compraba, trillaba y exportaba su propia marca a los gringos al otro lado del charco. El negro Araujo, que de negro solo tenía el sombrero terciado y la ruana, llevaba el muladal mientras cantaba esa guabina que le gustaba tanto a Arcadia, la cocinera de la casa del patrón. Machete trensiado en vaina decorada y con los flecos del cuero bien largos que le llegaban casi a las alpargatas untadas del lodo del boñigal. Carriel de los buenos donde llevaba de todo, hasta la aguja gris larga pa cerrar bultos de café. En la tienda de la esquina, estaban, el gamonal de la finca Los Altos, con sus secuaces que lo voltearon a mirar así como de refilón y con agriera cuando bajaba. El negro Araujo sin miedos se estira el bigotico y en su ojo café oscuro como pepa de café tostao, se refleja el diente de oro del gamonal en su sonrisa muecuda de saludo. Que tenemos Araujo?, la tierra enviando su producido, cierto?, buenos días le responde el negro Araujo, no quería mezclar la tranquilidad de su mañana con complicaciones del idioma a tan temprana hora, menos con el gamonal de Los Altos, con quien en el pasado, cuando su memoria se lo recordaba, había cruzado frías letras salidas de una geta untada de aguardiente en las pasadas fiestas patronales de Anserma. Todo porque le dije que respetara más a las mujeres, al intentar él sobrepasarse con la hija de doña Arcadia, que de no haber sido por don Álvaro que infunde respeto con solo su presencia y su tamaño, la cosa se habría ido a lo pior.    Hasta ahora ya son 700 bultos contaditos, le dice el negro Araujo al patrón. Negro, necesito doblar el producido del año pasado, hemos sembrado a media sombra más de diez mil maticas en las laderas que van pal ato de los Anov, y además porque los gringos se vinieron a poner pedido en grande Araujo. Mire patroncito ud como toman de café allá en la gringolandia, no Araujo, es que a toda esa gente tienen que tenerla encafeinada para que funcionen mejor y trabajen y no se den cuenta de nada. Pues pa rematar les embuten la coca cola esa patroncito, llena de coca paque así si no se enteren de naita pues.

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